En verano, las piscinas se llenan de risas, chapuzones y calor. Todo parece bajo control… hasta que no lo está. La mayoría de los accidentes acuáticos no ocurren por imprudencia extrema, sino por pequeños descuidos que pasan desapercibidos.
Y lo más sorprendente es que, en muchos casos, el socorrista o una persona formada en seguridad acuática podría haber detectado las señales segundos antes de que ocurrieran.
La prevención en piscinas es mucho más que tener a alguien vigilando o un cartel con normas: es saber leer el comportamiento del agua y de las personas que se mueven en ella.
Cómo empieza realmente un accidente acuático
Los accidentes en el agua rara vez ocurren de repente. Casi siempre hay pequeños signos que los preceden, pero solo los ojos entrenados saben verlos. Conocerlos puede marcar la diferencia entre un susto y una tragedia.
Cambios en el comportamiento
Un niño que deja de jugar y se queda quieto, un adulto que intenta mantener la cabeza fuera del agua sin avanzar, alguien que evita mojarse el rostro o parece cansado… son microseñales de alerta.
El cuerpo humano avisa antes de rendirse: el agotamiento, el miedo o la desorientación se notan si sabes mirar.
El silencio del peligro
Las películas mienten: la mayoría de los ahogamientos ocurren en silencio. No hay gritos ni chapoteos.
Un socorrista profesional sabe que el ruido no siempre indica peligro, pero el silencio absoluto puede ser una alarma invisible.
Distracciones y exceso de confianza
Teléfonos, conversaciones, música… Basta un minuto de distracción. En ese tiempo, un niño puede desaparecer bajo el agua sin que nadie lo note.
Por eso, la prevención en piscinas empieza antes de meterse al agua: normas claras, vigilancia activa y formación adecuada.
Seguridad acuática: una cultura que se aprende
En países con cultura acuática consolidada, como Australia o Reino Unido, la educación en seguridad empieza desde la infancia. En España, poco a poco, también estamos entendiendo que prevenir es tan importante como saber nadar.
Formarse en socorrismo, primeros auxilios o mantenimiento de piscinas no solo sirve para trabajar: crea una comunidad de personas que saben anticiparse, detectar riesgos y actuar antes de que ocurra el accidente.
Además, cada instalación acuática debería contar con protocolos claros, revisiones periódicas y personal cualificado. Todo eso reduce de forma drástica los incidentes.
Pequeños gestos que previenen grandes sustos
- Supervisar siempre a los menores, incluso en piscinas poco profundas.
- No nadar nunca solo, especialmente si no se domina bien el medio.
- Descansar y no forzar la resistencia al nadar.
- Evitar juegos peligrosos o empujones cerca del borde.
- Mantener los equipos de seguridad, como el DEA o los flotadores, accesibles y en buen estado.
A veces, la diferencia entre un día perfecto y un accidente está en un simple segundo de atención.
Un segundo de atención puede salvar una vida
Formarse en socorrismo o primeros auxilios acuáticos no es solo una oportunidad laboral: es una forma de estar preparado para reaccionar.
Muchos accidentes se evitan cuando hay alguien con la capacidad de observar, anticipar y actuar.
Y tú, ¿sabrías reconocer las señales antes de que algo pasara?
Infórmate sobre los cursos de ENSSAP y conviértete en la persona que sabe cómo prevenir un accidente antes de que ocurra.